Carta a mi amigo Pablo.

 

Lima, 28 de febrero de 2021

 

 

 

Querido amigo.

Han pasado exactamente una semana desde tu inesperada partida. Parece mentira, hace unas semanas estabas sentado en el sillón viendo el pez de Jimena navegar incansablemente por su pequeña pecera. Parece mentira en el hecho de solo saber de qué ya no estarás más para conversar a rabiar de los asuntos del día. Política, deportes, la vida misma. Que habrá más allá, pensábamos una noche. Tú, hombre temeroso a Dios, nos decías que hay un cielo y un infierno esperándonos. Yo decía que no hay nada. Que aquí está el infierno y que el cielo puede ser solo una conspiración de los que nos dominan para apalear las penas en esta vida. Ahora quiero creer que si hay uno. Y que ahí estas tú.

Amigo, ahora cuando llego a la casa y paso por el lugar donde siempre te sentabas, se ausentan todas tus acciones. Tus alabanzas de madrugadas, tus chistes en el desayuno, los halagos a la comida de mamá, tus “ejercicios para mantener esa alegría”. Pero entre tanta tristeza me resulta difícil cada día. Aún perdura en mí tus últimos minutos. Cansado y triste. Recostado. Esperando el fin. Tenías miedo de que esto pasara. Por qué Jimena y mamá aún te necesitaban. Y era entendible. Pero estamos aquí, amigo. Confía en nosotros.

Sabes, amigo mío, es injusta esta vida que nos tocó vivir. Somos solo cifras que convivimos en un escenario más de esta sociedad frívola. Ahora comprendo por qué te aferrabas a los programas de esa época. Donde monocromáticos personajes luchaban por una libertad imposible. No se aleja de esta realidad. Trato de recrear tus ganas de ver distinto todo esto. Por qué creías que existiría un mañana, libre de todo este mal. Un mañana que, ahora sé, nunca vendrá. ¡Por qué! Dime, Qué vida pude existir sin tus consejos del día. De tu timidez vecinal. De tu bondad. De tu ternura. De tu inocencia. De tu amargura pasajera. De tus sueños y tus metas a favor de otros. De tus miedos. Ya no existe nada después de eso, pero tenemos que continuar. La ciudad parece no importarle nuestro dolor y solo nos lanza muchos días más. La pequeña radio sigue inerte esperando volver a ser encendida en la misma estación. Tu biblia aún está expectante que entres por esa puerta y que la leas en las madrugadas como estas, donde el dolor nos aqueja. Nadie lo hará como tú, amigo. 

Mamá se viene recuperando. Ella es la Huanca fuerte que conociste. A pesar del dolor que siempre nos aquejó, ella sigue. Ahora, más que nunca, sin separarse de mi hermana Jimena. Ambas entendieron que esto es un ciclo más. Jimena me comentó que cuando cierra sus ojos, te ve. La criaste bien, querido amigo.

Ahora, sentado desde el lugar donde solías estar para apreciar la ciudad, trato de guiarme con algunos de tus recuerdos que aún transitan desorientados. Y recuerdo lo que te prometí. Guiar por buen camino a Jimena. Mi hermano y yo te lo debemos, por toda la ayuda que nos diste desde pequeños. Cuando carecíamos de una figura paternal y estuviste ahí, apoyándonos en aquellos momentos difíciles. Y lo hiciste bien, amigo. A pesar de que tú también careciste de ello. Ahora sé que estas junto a tus padres que tanto los extrañaste. 

Tranquilo, querido amigo. Yo creo que existe un cielo y que estás ahí, vigilándonos y aconsejándonos mediante nuestros sueños. Gracias por todo. Y perdónanos por tan poco.

 

Con aprecio y cariño, te mando un fuerte abrazo hasta la eternidad de nuestros tiempos.

 

Max Cristian Huaman Perez









Comentarios

  1. Estoy llorando Max 😔 que descanse en paz el gran amigo Pablo, cumplió con su misión en este mundo terrenal ahora desde arriba ve lo que él encamino 🙌.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Página en blanco.

BREVES JUSTIFICACIONES ENTRE EL SILENCIO COMPARTIDO Y EL RUIDO SIN SENTIDO

Poema: Los gemidos de tus recuerdos