+3 Poemas de soledad, monotonía y desesperanza y la primera nota del viento de invierno.
El sol estaba resentido con mis muestras de desafecto, la intimidada luna espectaba a lo lejos mis bostezos y los vientos insípidos me mostraban los estragos de una madrugada bien aprovechada.
E
Ya he partido.
A abrazar otras vocales
y danzar con monosílabas insípidas.
A abrazar otras vocales
y danzar con monosílabas insípidas.
Extrañaré tu vacío cálido,
tus punzadas
y tus carcajadas a la nada
cuando nos conjugábamos
en los infinitos veranos.
tus punzadas
y tus carcajadas a la nada
cuando nos conjugábamos
en los infinitos veranos.
Siempre estaré ahí.
En la lista de las consonantes abandonadas
esperando la oportunidad robada al tiempo.
En la lista de las consonantes abandonadas
esperando la oportunidad robada al tiempo.
Porque no
he partido,
solo seguí al río del olvido
solo seguí al río del olvido
en empolvados predicados.
Atardecer de tus mañanas.
I
Tus labios,
minúsculos infiernos de abismos toscos,
injurian tácitos afectos,
–Nódulos de verbos muertos–
Tu eco.
Discrimina mis secas pulsaciones,
toma por
asalto a los recuerdos
y, uniéndose con tu vaho,
se funden con
el atardecer.
II
Monocromo ritual,
de tus brisas, Melómano.
Tus rezos,
finos
ajusticiamientos a las mañanas,
decretan la paz otorgado al tiempo.
Mientras,
escondida entre tus finos cabellos,
muere la
agónica esperanza
de ser libre.
Más allá de tus cumbres pálidas,
más allá de tus nubes ácidas,
más allá de tu olvido.
Con un simple beso.
Últimos días
En un estanque de recuerdos
agoniza mi esperanza,
con adagios zumbidos
bajo agrias olas,
maldiciendo
decisiones opacas
y momentos mal vividos.
Implora al infierno
–una
vida no es suficiente–
Y conducido por sus miedos y quejidos,
en el
olvido sin destino, se sumerge
Forman toscas
auroras,
en los íntimos segundos
de
su embriagada mirada.
Ha muerto. Hace mucho que ha muerto,
en las ásperas orillas
junto con sus primeros zumbidos
de una cotidiana rutina.
Primera nota del viento de invierno.
Las ventanas cerradas aplazaban a los rayos de una
mañana no condescendiente a tu mirada esquiva e invernal, mientras tus finos
cabellos sueltan a mis pesadillas junto con el calor que disminuía al ritmo de
tu respiración pasiva, sumergiéndose en el infinito de mi vergüenza con lágrimas
secas y parpados vacíos.
– ¿Qué somos? –Pregunté.
–Nada– sentenció al último viento
de verano.
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Fotografía de Adrián Huamán Araujo |
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