En esta Época
Cuando inició esto aún no creíamos todo lo que
acarraría. Y es que las situaciones fueron totalmente variables en
diferentes zonas. En el caso nuestro, desastroso.
Era marzo. Cuando todos iniciaban los planes para
el feriado de semana santa, llegó desde oriente, un virus que cambió los planes,
tomando de sorpresa a países que apenas tenían un brote de prosperidad. Unas
semanas después del primer infectado, nos ordenaron aislamiento obligatorio. Y
duele aceptarlo; muchos no supimos entender lo que implicaba esto. A este
punto, las noticias que llegaban de Europa nos daban, como premonición, lo que
nos ocurriría y muy pocos tomamos conciencia. Se cerraron las fronteras y se
restringió el transporte interprovincial. Pero era tarde. Días siguientes el número
de los infectados aumentaba aritméticamente. A esto, la gente recién empezó a ver
lo crudo de la situación. Cada uno nos decíamos “menos mal que cerraron las fronteras antes de que empeore o estaríamos
como Italia o España”. Y los aplausos, muestra de afecto por quienes están luchando
las veinticuatro horas en los hospitales y los que están cuidándonos en las
calles, llegaron en las primeras semanas junto con los primeros fallecidos por
este virus. Se empezaron a optar medidas más duras. El ejército salió a las
calles, el toque de queda se extendió más horas, se podía detener a quien no
cumpliera con las normas dictadas, etc. Y hubo muchos detenidos, gente que
podría jurar que ahora estén lamentándose.
Y nos empezábamos a acostumbrar. Esperar pacientemente las conferencias de prensa del presidente al medio día; todos los días. Se había hecho un ritual. Normas, decretos. Reglas simples para un juego complicado. Empezaron a aparecer las incongruencias, las quejas, las injusticias. Mientras los casos sobrepasaban los miles. Y ahí todo cambió. Se extinguieron aplausos y empezó a brotar, en muchos, lo más triste que puede existir en el ser humano: La indiferencia y la falta de empatía. A esto, se caía el vendaje de nuestro gran mal. La corrupción. Aparecieron los bonos e incentivos para las personas, pero muchos quedaron afuera(1). Se transfirió a los municipios importes para que apoyen a los que se quedaron fuera, pero muy poco se hizo. Mientras tanto, la gente alborotaba los centros bancarios, mercados y lugares en donde no debían estar. Las noticias informaban de las repatriaciones de nuestros compatriotas del exterior(2). La emigración de muchos, que debido a esta coyuntura perdieron sus trabajos, hacia sus regiones de origen(3). Mientras llagábamos a más de cincuenta mil casos.
La gente está allí, afuera, tratando de ganarse el pan del día a
día rezando para que no le toque la desdicha de este mal. Pues se cansaron de llorar
y empezaron a actuar con la herida abierta. Y seguirá abierta, más de sesenta
días. Con la indiferencia de algunos y con la benevolencia de otros. Ajusticiados por este mal, que nos hizo ver las carencias de nuestra sociedad y de quienes las habitamos.
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