LA POETA QUE LEYÓ A PANERO

No recuerdo exactamente la primera conversación que tuve con ella, pero si la última. Una reunión del poeta Leopoldo María Panero con Carlos Ann y Bunbury en el psiquiátrico de las Palmas. Soy su hija, me respondió a mi reacción infantilmente efusiva de su pequeño video. Le comenté que esa es una de las más épicas entrevistas que he visto de Panero; especialmente cuando le coge de los huevos a Carlos. Este tipo es de los pocos poetas que respeto; me responde. De los que decían la verdad. Ahora casi todos quieren ser reseñados y demás y quedar bien con todos. No sé cuándo los escritores empezaron a ser tan tibios. ¿Tú crees que no te hubiera querido? Por lo menos tú eres hombre… Yo tengo que lidiar con una sonoridad hipócrita donde se cumple lo de Orwell: "todas somos iguales, pero algunas somos más iguales que otras". Si, creo que si… respondí tímidamente. Ese poeta que murió en un manicomio.  ¿Te has dado cuenta? Me interrumpió. Hay un extracto de una entrevista –le corté la respuesta– donde lo adulan y él a cada rato los ignoraba pidiendo permiso para ir al baño. Ella se ríe. Si la vi, agrega. Yo moría de risa. Es tan auténtico y eso salta en su poesía. Si, le respondo buscando dirigir la conversación. Hay otra entrevista en una cafetería, creo, y en un momento cuando da queja “¿estamos en ayuno o penitencias?” una chica, a lo lejos, le grita “el héroe de las putas” y comienza a recitar la noche de los conjurados. Fue épico, agrego. En realidad, yo llegué a él gracias a un artista que lo mencionaba mucho. Tendría dieciséis o diecisiete. De ahí vengo leyendo sus cuentos y un pedazo de su poesía. Aún me falta un tomo; por qué no lo vende en Perú.

Ah, mira tú, me responde. Tú estás interesado de leerlo y yo en vincular su literatura con los tiempos actuales. Será porque soy literata. Aparte de escribir, claro. Y al intuir mi estupefacción sentenció: Lo siento no soy contemplativa. Traté de defenderme y de entender el porqué de su respuesta. Pero muy pocas interrogantes surgieron en torno a esa breve respuesta. Siento que al leerlo me hundo en su universo, agrego torpemente. Muy bien, responde fugazmente mientras mi mente se hunde un vacío existencial creado por aquella respuesta. “Tú estás interesado de leerlo y yo en vincular su literatura con los tiempos actuales.” ¿Pero para vincularlo, no te basas en su obra? Le respondo. Así es, me responde. Es que me dejaste con esa intriga y quiero comprender, le confesé. Y ella, con una contemplación, me dijo que luego de leer (la obra) tienes que hacer un poco una suerte de equilibrio entre emoción y desvinculación. Analizarlo y vincularlo con tu época. Si no, solo sería generar vacas sagradas para honrar. Y eso es lo contrario al análisis. Eso es religión.

Comprendí, entonces, a que venía todo esto. Derrotado, le agradecí por el comentario y desvié el asunto a otro más torpe. ¿Con qué autor estás, ahora, en ese tipo lectura?

3 de diciembre de 2021





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