Fragmentos de V.
I
–Es de noche–. Entre las paredes mal
asfaltadas, gobernadas por carcajadas policromas, resaltaba una tímida, cálida
y abandonada mirada. –Y otra vez pienso en ti–. Ella, en una esquina,
rodeada de un grupo de complejas personalidades que la hacían sentir vacía,
pedía a gritos ser rescatada. –En todo lo que pasamos y
vivimos–. A él le bastaron segundos para saber de que era una de esas mujeres que crean armaduras
de personalidades para ocultar en su interior delicados recuerdos ínfimos. –Lo bueno, lo malo–. Muchos se habían hecho el hábito
de mirarlos caminando embobados por los estrechos pasajes de la avenida. –lo
nuestro–. Iban burlándose del agrio mundo que creían absurdo. –Recuerdo esos besos–. Primer amor. –En los lugares más tiernos, en la frente, en la mejilla– Compartían penas, rencores
y sueños que se desvanecerían con el tiempo. –Y en otros que para qué decir–. Pero fue una noches típicas donde miraban
a la luna jugar con las estrellas desechas hace infinitos años, y le contó del
amor y el dolor que traen los besos que a escondidas se daban. Pobre
alma que se la lleva el viento frio de otoño. Se acurrucó a él, y ella desnudó
sus emociones en medio de todo el ruido.
–Pero– había algo que no encajaba
en las muestras de ese amor, en los mensajes encriptados que traían las falsas miradas.
–Quise tener la razón y me equivoqué–. Ella, cautelosamente,
ignoraba algo que desconocía. –Y ahora te digo: hiciste mal,
cariño – Él, aunque lo negara, sabía
que algo no correspondía. –Y se terminó–. Se dieron cuenta, tarde, de que aquellos afectos habían perdido valor. –Con
mentiras y muchas lágrimas derramadas. Pero prometieron que lo intentarían.
II
Las
nubes grises escupen desde el cielo. –Sueño contigo todos los días–. A lo lejos se observan con agrios desenlaces. –Como si no hubiera otra cosa en que soñar –. Ella aprovecha para
disimular las lágrimas que le dejó sus últimos abrazos; él aprovecha en habitar íntimamente
entre los charcos. –Como si no fuera una
pérdida de tiempo–. Al parecer el olvido vino y se fue rápido. –Como si esto nunca hubiera pasado–. Ambos extrañan lo que extrañan
las parejas desdichadas de amor. –Como si jamás me hubiese
enamorado–. Pero más fuerte era el rencor, el miedo y la vergüenza. –Sal de mi mente, por favor–. Las carcajadas de sus calles los ahuyentan
y, les recuerdan lugares de silencio donde varias veces se gritaron su amor. –Quiero dejar de extrañarte – Un día dejarán de extrañarse,
piensan los envidiosos que los miraban. –No me atormentes más –. Saben de qué es eso lo
suficiente para que renazca lo que se juraron extinguir. –Vete ya te lo pido, corazón–.
III
Las cenizas
reflejan el fuego de sus inundadas almas. –Por más que quiera hablarte–. Las mañanas son solo mañanas pálidas y los
atardeceres son reflejos de esas mañanas. –No debo–. Ella,
cautivada por la sinceridad de esa sonrisa, decidió darle una oportunidad a pesar
de que las heridas aún estaban expuestas. –Así que no iré a ti–. Sabía que era propensa a sufrir
por aquel amor. Te daré la libertad que te mereces. Y
frente al espejo, sonrió. –Y tal vez duela–. Pero se sentía extraña, pues la
sonrisa que se apreciaba era falsa. –El pensar que esto se desvanece–. Tiró todo y,
por el bien de los dos, dijo que no a esos futuros abrazos. –Pues tengo que hacerlo aún sin ganas–. Y se acostumbró a vivir con los anocheceres cálidos. –Por mí.
Andrew wyeth - "woman window" |
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