Acerca de la novela que se cuenta en el Don Quijote: El curioso impertinente (I)
En la ciudad de Florencia,
exactamente en la provincia Toscana, vivían dos caballeros ricos y principales.
Anselmo y Lotario. Amigos inseparables, solteros empedernidos. Aunque Anselmo
era más enamoradizo que Lotario, un aficionado a la caza.
La desventurada historia inicia
cuando Anselmo andaba perdido de amores con una doncella de su misma ciudad. El
amor y el deseo de posesión fue tal hacía Camila que en poco tiempo la pidió
como esposa. Pero esto sin alejar de la fraternidad hacia Lotario, que en los
primos días solía visitarle constantemente.
Camila, por su parte, daba gracias
al cielo por el amor correspondido de Anselmo. Él, teniendo esa dicha,
mostraba cierta inquietud. Lotario, dándose cuenta de ello, trató de indagar el
porqué de su actitud en estos días lleno de felicidad.
“Decía él, y decía bien, que el casado a quien el cielo había concedido
mujer hermosa, tanto cuidado había de tener qué amigos llevaba a su casa como
en mirar con que amigas su mujer conversaba; porque lo que no se hace ni
concierta en las plazas, ni en los templos, ni en las fiestas públicas, ni
estaciones –cosas que no todas veces las han de negar los maridos a sus
mujeres– se concierta y facilita en casa de la amiga o la parienta de quien más
satisfacción se tiene”. (pág. 184-185)
Lotario sorprendido de tal
pensamiento trato de minimizarlo, creyendo que debe ser por alguna extrañeza
que le produce el amor. Pero no era lo único. Anselmo quería confesarle algo.
Él no podía creer que Camila sea tan buena y tan perfecta como lo que muestra,
y concluyó que sólo probando su bondad podría apalear sus penas. Anselmo pidió
a Lotario que acortejara a Camila, que trate de inducirla a las brasas del amor
prohibido. Lotario, anonadado por tan desatinada propuesta, se negó, e
increpando a su amigo por tan demencial desconfianza del amor de Camila. El
reciente casado no paraba de persuadir con sus temores e ideas a Lotario para
que aceptara su propuesta. A tal punto que lo tenía todo planeado. En los
próximos días Anselmo supuestamente saldría de la ciudad por negocios y dejaría
a Camila sola en su casa. Esos días el infortunado amigo tendría que ponerla a
prueba.
Aceptada la propuesta, Lotario fue
a su casa en la fecha pactada. Fue bien recibido por Camila y su Anselmo.
Camila, una mujer muy dócil, atendía a Lotario como el buen amigo de su amado
esposo. El plan proseguía; Anselmo se despidió indicando que saldría por
negocios y que Camila se quedase con Lotario en la casa; que lo esperase porque
volvería pronto. Así fue, solos ellos, más que con sus empleados, sentados en
la mesa. Lotario, exhausto, dijo a Camila que reposaría en la silla. Ella, de
igual forma, se iría a sus aposentos a descansar. Cuando Anselmo regresó vio a
Lotario durmiendo en la silla y a Camila en su cuarto. Lotario despertó y
saliendo fuera de la casa le contó que no hubiera sido bien que a la primera
vez se descubriese del todo, y que esto apenas era el principio de ganarse la
confianza.
Así vinieron los días de ausencia
de Anselmo en su casa y de Camila. Lotario iba a la hora del almuerzo a
acompañarla y en eso días nunca se pudo concretar el plan. Difícilmente Lotario
conversaba con Camila y no notaba alguna muestra de interés que más de respeto.
Contó todo eso a Anselmo y él, agradecido, prosiguió seguir con el plan. Le dio
dos mil escudos de oro para que le ofrezca a Camila y otros tantos para que le
compre joyas, ya que según él, “las
mujeres suelen ser muy aficionadas”.
Partió así nuevamente Anselmo,
dando instrucciones a Camila que su amigo Lotario vendría a almorzar estos días
y que lo tratase como le correspondía.
“Afligióse Camila, como mujer discreta y honrada, de la orden que su
marido le dejaba, y díjole que advirtiese que no estaba bien que nadie, él
ausente, ocupase la silla de su mesa; y que si lo hacía por no tener confianza
que ella sabría gobernar su casa, que probase por aquella vez, y vería por
experiencia como para mayores cuidados era bastante. Anselmo le replicó que
aquél era su gusto, y que no tenía más que hacer que bajar la cabeza y
obedecelle. Camila dijo que así lo haría, aunque contra su voluntad”. (pág.193)
Recibió a Lotario con un cariño la
cual jamás había podido mostrarle, ya que siempre estaba rodeado de sus criadas
y en especial de su doncella más amada, Leonela, hermosa joven que creció junto
a ella en la casa de sus padres y que cuando se casó fue a vivir con ella. Pasaron tres días y nunca le dijo nada.
Cuando Lotario intentaba poner alguna palabra, Camila lo callaba. Una constante
batalla. Hasta que la fortaleza de ella se comenzaba a resquebrajar. Lotario
cansado desmayó en la desesperanza, naciendo el amor. Camila enjuiciada por sus
repentinos deseos escribió una carta a su esposo que aún no llegaba.
«Así como suele decirse que parece mal el ejército sin su general y el
castillo sin su castellano, digo yo que parece muy peor la mujer casada y moza
sin su marido, cuando justísimas ocasiones no lo impiden. Yo me hallo tan mal
sin vos, y tan imposibilitada de no poder sufrir esta ausencia, que si presto
no venís, me habré de ir a entretener en casa de mis padres, aunque deje sin
guarda la vuestra; porque la que me dejastes, si es que quedó con tal título,
creo que mira más por su gusto que por lo que a vos os toca; y pues sois
discreto, no tengo más que deciros, ni aun es bien que más os diga».
Anselmo recibió la carta y comprendió que Lotario había iniciado con el
plan. Él, alegre, respondió que no se vaya de la su casa porque pronto
regresaría. Pero era tarde, en la casa Camila dejaba caer, cual bronce, uno de
los tantos sentimientos ocultos hacia Lotario. Nadie lo sabía. Solo Leonella
conocía la flaqueza de su señora, lo cual supo encubrir a los dos amigos y
nuevos amantes. Lotario no quiso decir del plan de Anselmo, porque no quería
perder aquel amor, así que siguió con el plan acordado. Cuando llegó Lotario,
Anselmo le contó de la integridad de Camila.
“Las
palabras que le he dicho se las ha llevado el aire; los ofrecimientos se han
tenido en poco; las dádivas no se han admitido; de algunas lágrimas fingidas
mías se ha hecho burla notable. En resolución, así como Camila es cifra de toda
belleza, es archivo donde asiste la honestidad y vive el comedimiento y el
recato, y todas las virtudes que pueden hacer loable y bien afortunada a una
honrada mujer.” (pág.195)
Ficha técnica
Nº de
páginas:
640
Editorial:
LIBSA
Idioma:
CASTELLANO
Encuadernación:
Tapa dura
ISBN:
9788466236645
Año de
edición:
2016
Plaza de
edición:
ES
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