Acerca de la novela que se cuenta en el Don Quijote: El curioso impertinente (II)
Contentísimo
Anselmo de lo estipulado por su amigo, le rogó que no dejase por terminado el
plan, que siguiera con lo acordado como algo cotidiano. Lotario, confundido
suplicaba a su amigo que le contara de la verdad a su esposa; pero el,
ensimismado en su acto, sugirió que escribiera algunos versos de alabanza bajo
el nombre de Clori y él le daría a entender a Camila que andaba enamorado de
una dama de la ciudad. Quedando así, se siguió con el acuerdo entre el impertinente y el traidor amigo.
Cuando
Anselmo se reunió con Camila le preguntó acerca de la carta. Ella le contestó
que le había parecido que su amigo le miraba un poco desenvuelto; pero que al
pasar los días se percató que solo era imaginación suya, pues Lotario huía cada
vez que estaban a solas. Anselmo, habiendo hablado con Lotario, le dijo a su
esposa de que sus sospechas eran falsas, ya que su amigo estaba enamorado de
una doncella de la ciudad llamada Clori; y aunque él no lo estuviera, no
dudaría de la amistad de su amigo. Camila, sorprendida de lo escuchado por su
esposo, controló sus celos, más por estar advertida del secreto que guarda con
Lotario, pasando así por aquel sobresalto.
Pasaron así
varios días entre veladas y almuerzo entre los dos amigos y la bella esposa.
Ciertos días Anselmo pedía a Lotario que recitara algunos sonetos que dedicó a
Clori, para que Camila viera que su sospecha era falsa.
“En el silencio de la noche, cuando
Ocupa el dulce sueño a los mortales,
La pobre cuenta de mis ricos males
Estoy al cielo y a mi Clori dando.
Y al tiempo cuando el sol se va mostrando
Por las rosadas puertas orientales
Con suspiros y acentos desiguales
Voy la antigua querella renovando.
Y cuando el sol, de su estrellado asiento,
Derechos rayos a la tierra envía,
El llanto crece y doblo los gemidos.
Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento,
Y siempre hallo, en mi mortal porfía,
Al cielo, sordo; a Clori, sin oídos”.
Los sonetos
eran declamados ante la incertidumbre de la esposa, que por momento dudaba de
la autenticidad. A lo que Lotario agregaba los siguientes versos.
Yo sé que muero; y si no soy
creído,
Es más cierto el morir, como
es más cierto
Verme a tus pies ¡oh bella
ingrata! muerto,
Antes que de adorarte
arrepentido.
Podré yo verme en la región
de olvido,
De vida y gloria y de favor
desierto,
Y allí verse podrá en mi
pecho abierto,
Cómo tu hermoso rostro está
esculpido.
Que esta reliquia guardo
para el duro
Trance que me amenaza mi
porfía,
Que en tu mismo rigor se
fortalece.
¡Ay de aquel que navega, el
cielo escuro,
Por mar no usado y peligrosa
vía,
adonde norte o puerto no se
ofrece!
Terminado
el soneto, Camila comprendió de la desventura de su deshonra y, estando a solas
con su doncella le dijo de la poca estima que se tenía al ver que Lotario amaba
a alguien. Le contó su pena y su lamento al no poder resistirse de las pretensiones
de él. La doncella, que muy atenta escuchaba, la calmaba con refranes llenos de
moral.
Al poco
tiempo el cotilleo de las bellas damas se tornó cómica. Leonella aprovechó para
pedir un favor a su ama para que le encubriera de la visita de su pareja.
Camila, sabiendo que un secreto los unía, acepto y calló a espaldas de su
esposo. Cierta noche, tarde o lo que fuese en aquel día, Lotario vio una
silueta masculina salir, escabullido de la casa de su amigo. Inmediatamente pensó
de la infidelidad de Camila, puesto que si para él le había sido fácil conquistarla
secretamente, a otro también le hubiera sido lo mismo. Pues así, lleno de celos,
fue a contarle a Anselmo de que todo lo divulgado anteriormente era falso. Que
tras varias insistencias a su esposa, ella le dio una respuesta afectiva. Que
su fortaleza y su imagen estaban rendidas. Le comentó que no tomara acciones
devastadoras, pues no es digna de caballeros, sino que lo llevara a un lugar
donde pueda iniciar su arrepentimiento. Anselmo, sorprendido, absorto y triste,
digo gratitud a lo confirmado por su amigo, y le pidió que nunca divulgara de
ello. Lotario, arrepentido de lo hecho, se alejó de Anselmo que iba en busca de
su esposa. La pena en él lo inundaba y esperando oír algunas palabras de Camila
esperó a que estuvieran solos. Para dicha de la vida, fue el mismo día de la desgracia.
Camila le contó, que aquel hombre que vio salir a escondidas de su casa era el
galán de su más querida doncella, Leonela. Y sabiendo que era inapropiado, ella
callaba por el gran secreto que se tenían.
Lotario
sorprendido por las declaraciones de Camila, dudó en un primer momento, pero al
ver del llanto afligido y pidiendo perdón, le creyó. Le comento que su esposo
esperaría la siguiente noche para que le encarase y que tenga cuidado pues ese
día llegará la desdicha a esta casa. Ella, alertada de esto, le dijo que
solucionaría la falta cometida por su doncella. Al día siguiente, Anselmo
estaba escondido en el aposento de su esposa, esperando la ocasión de salir y
sorprender a su esposa junto con Lotario. Pasaban las horas y Camila hizo
aparición, trayendo consigo una daga, para poner fin a aquel conflicto.
Leonela, sorprendida, la retuvo, al enterarse de que el infortunado era
Lotario. ¿Cómo podía deshacerse de Lotario? Solo Camila lo sabía. Leonela la persuadía,
indicándole de lo que acarrearía su accionar. Todo esto escuchaba Anselmo, oculto
en un armario. Camila pedía la presencia de Lotario, que supondría, estaría abajo,
escondido mirando el acto. Leonea accedió a llamarlo siempre en cuando le diera
la daga. Se negó, pero prometiéndole que no hará nada de lo que habló. Y salió.
Al rato Lotario hizo aparición junto con la doncella. Camila al verlos venir,
tomó la daga, e hizo una gran línea en el suelo diciéndole que si pasaba por
esa línea ella se incrustaría aquel puñal.
Camila,
alterada, le preguntó que si realmente conocía a su esposo y a ella. Lotario,
sabiendo que Anselmo estaba escondido escuchándolos, le dijo que sí. Que a Anselmo
lo conocía desde muy pequeño y que a ella lo quería y la respetaba como la
esposa de su mejor amigo. Que le disculpara de aquel trata hecho y que lo llevó
a la desventura. Escuchando esto, Camila entró en pena por su desdicha de haber
caído en aquel juego maldiciendo todas las palabras de amor de Lotario. Se
lamentaba de la deshonra hacia su marido con innumerables acusaciones.
Terminado ello, se lanzó hacia Lotario tratándole de penetrar la daga. Lotario
la esquivó y le hizo soltar el arma. Ella no insistió más. Los tres, atónitos,
miraban suspensos lo que había pasado. Una pequeña herida se había hecho en
aquel fugaz declive. Lotario vio que era insignificante. Camila desmayó.
Leonela la tomó de los brazos y la puso en su lecho y pidiendo a que Lotario
salga a buscar ayuda. Lotario asustado
salió. Y mientras se iba, Camila y Leonela, celebraban el plan que habían
tramado.
Anselmo,
sorprendido, miraba las mentiras tejidas por su esposa y su doncella. Mientras
Lotario estaba en su casa agradecido por la más sabrosa trama de su engaño.
Pasaron los días desde aquel acto y Anselmo no podía más retener tanta
falsedad. Cierta noche, mientras paseaba por su casa, sintió pasos en el
aposento de Leonela. Quiso entrar, pero no le permitieron e insistiendo, vio
una silueta desaparecer por la ventana. Él, ofuscado, tomó una daga e intentó penetrar
a la doncella. Ella, en llantos, pidió que se detenga, que aquel hombre que
salió fuera su esposo que secretamente la venía a ver. No le creyó y pidiéndole
que le contara la verdad, le perdonó la vida hasta el día siguiente. La encerró
y fue en busca de Camila. Le contó todo lo que su doncella le contó. Ella
turbada por tal declaración calló.
En la
noche, mientras Anselmo dormía, tomó las mejores joyas y algunos fajos de
dinero. Y en el silencio de la oscuridad fue a la casa de Lotario. Ella pidió
refugio y él le brindó un monasterio para que se escondiese. Así fue, la dejo
en el monasterio y él se fue de la ciudad.
Cuando
amaneció, Anselmo no vio a su esposa. Se levantó y fue en busca de su doncella,
la intriga de saber lo que sabía lo tuvo desesperado. Entró al aposento y no la
halló. Solo unas sábanas colgaban de la ventana. Fue en busca de Camila, y
encontrando sus joyas desvalijadas y la ausencia de su dinero, confirmó su
desdicha. Partió en tristeza, en busca de su amigo Lotario, más cuando llegó
sus criados le confirmaron que desde la noche pasado que no vuelve, que partió
con todo el dinero que tenía. Anselmo perdió el juicio. Y como si la desgracia
no fuera suficiente, llegó a su casa y vio que no había ningún criado. La casa
estaba completamente desierta. Sin dinero, sin criados, sin amigo, sin mujer.
Cerró las puertas y se subió, casi desmayado, a su caballo y se fue a la casa
de campo de un amigo. En el camino se detuvo frente a un árbol pensando lo que
un alma desdichada piensa en esos tiempos. Reposó en un tronco. Al rato vio a
un ciudadano venir. Lo saludó y le pregunto qué noticias sabias de la ciudad
Florencia. A lo que el ciudadano le respondió:
“-Las más extrañas que muchos días ha se han oído en ella; porque se dice
públicamente que Lotario, aquel grande amigo de Anselmo el rico, que vivía a
San Juan, se llevó esta noche a Camila, mujer de Anselmo, el cual tampoco
parece. Todo esto ha dicho una criada de Camila, que anoche la halló el
gobernador descolgándose con una sábana por las ventanas de la casa de Anselmo.
En efeto, no sé puntualmente cómo pasó el negocio; sólo sé que toda la ciudad
está admirada deste suceso, porque no se podía esperar tal hecho de la mucha y
familiar amistad de los dos, que dicen que era tanta, que los llamaban los dos
amigos”.(pág.209)
Sabiendo
esto Anselmo le preguntó al ciudadano si conocía el paradero de los prófugos, a
lo que respondieron que era imposible saberlo; que hasta el alcalde mismo los está
buscando. Con el juicio nublado, Anselmo prosiguió su camino, más con las ideas
de quitarse la vida ahí mismo. Llegó a la casa de su amigo y él, viendo amarillento
y desconociendo lo acontecido, pensó que sufría algún mal. Pidió Anselmo que lo acostasen y que le dieran
algo en que escribir. Fue así que comenzó a descargar su imaginación y su
desventura sobre el papel, imaginando su final a manos del dolor que le causó
su curiosidad impertinente.
El amigo de
la casa vio que Anselmo no respondía a su llamado. Entró al aposento y lo vio
tendido boca abajo, con la mitad del cuerpo en la cama y la otra mitad sobre el
bufete, sobre el cual estaba, con el papel escrito y abierto, y él aún la pluma
en la mano. Lo tocó y vio que estaba muerto. Llamó el dueño de la casa a
informar de la muerte de Anselmo, mientras leía el papel que en su misma mano
estaba. La cual contenía estas razones:
«Un necio e impertinente deseo me quitó la vida. Si las nuevas de mi
muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono, porque no estaba
ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los
hiciese; y pues yo fuí el fabricador de mi deshonra, no hay para qué...»
(pág.209)
Fue hasta ahí que le alcanzó la vida para escribir. A la mañana siguiente
toda Florencia sabia del trágico hecho. Camila, desde el monasterio, se enteró
y dando llanto decidió no salir de allí. Esperó a que el ausente Lotario
viniera por ella. No fue así. Al pasar los meses se enteró de la muerte de él
en una batalla, por Nápoles. Ella, en la tristeza, hizo votos y se quedó hasta
el fin de sus días.
Este es el fin de la trágica historia que nos cuenta Cervantes en su
Ingenioso Don Quijote de Mancha. Les invito a que lo lean. No de golpe, pues
mentira que así se lea. Léanlo pausadamente. Inviertan una porción de su tempo
en descubrir las dramáticas y cómicas historias que se cuentan. Bien se sabe
que aquel clásico es pilar fundamental para un sinfín de historias nuevas.
Ficha técnica
Nº de
páginas:
640
Editorial:
LIBSA
Idioma:
CASTELLANO
Encuadernación:
Tapa dura
ISBN:
9788466236645
Año de
edición:
2016
Plaza de
edición:
ES
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